El Salvador 1932 "Prohibido olvidar"

Publicado en por Vladimir Alfaro

 

En Izalco, en el departamento occidental de Sonsonate, a 65 kilómetros de la capital, los rasgos INDÍGENAs y el acento particular de la lengua "nahuatl" son también testigos de un pasado remoto que se niega a desaparecer. 

La matanza fue perpetrada durante varios días de enero de 1932 por las fuerzas militares del gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez, quien persiguió a los INDÍGENAs por organizarse en el Partido Comunista y hacer reivindicaciones sociales. 
En la masacre, que se conmemora cada 22 de enero, murieron unos 30.000 INDÍGENAs, según datos históricos. 
"No somos como el garrobo (reptil parecido a la iguana), que le sale una cola cuando se la cortan; la vida se nos va para siempre y entonces nosotros tenemos que aprender a vivir", dijo Ramón Esquina, de 92 años, INDÍGENA sobreviviente de la matanza, quien ayer, sábado, dio su testimonio en los actos de conmemoración de la masacre. 
Cristina Ramírez, de 93 años, con su rostro moreno lleno de arrugas, recordó cómo se resistió ante la prohibición del gobierno de Hernández Martínez (1931-1944) de usar el típico vestido INDÍGENA de las mujeres: el refajo. 
Doña Cristina no renunció a este atuendo: todavía viste la falda tejida de hilo de vivos colores y la camisa de manta, y un lazo que le sujeta sus abundantes canas. 
"Yo regresaba de Guatemala cuando todo pasó y mis amigas me decían que no usara el refajo porque me iban a matar; hasta una de ellas se ofreció a acompañarme a comprar un vestido, yo le dije que iba a ir yo sola a comprarlo, pero en mi mente me decía a mí misma que yo no le debía nada a nadie", dijo la anciana. 
Sus palabras fluyeron con facilidad a pesar de la edad: "en ese entonces nadie pateaba la calle, no se miraban hombres, los mataron a todos; a otros, pobres, se los llevaron capturados". 
"Otra amiga me contó que sus hijos estaban ahí, nada más almorzando, llegaron los soldados y `pan`, !pan! los mataron sin preguntar nada", comentó. 
Ramírez aseguró que muchos cadáveres fueron quemados por los militares. 
Hijilio Marciano Ama, de 92 años, hermano del líder INDÍGENA Feliciano Ama, recordó los hechos de 1932 con un poco de turbación, hasta que alcanzó a pronunciar: "`todos se murieron!". 
Feliciano Ama nació en 1881 y murió linchado por un grupo de ladinos pro gubernamentales, pero luego fue colgado de un árbol con un lazo para dar la impresión de que había muerto ahorcado, el 28 de enero de 1932. 
El Museo de la Palabra y la Imagen, uno de los organizadores de los actos conmemorativos, montó en Izalco una instalación con fotos de la época, que muestran decenas de cadáveres de hombres apilados en las calles de piedra. 
En el jardín de lo que fue el campanario de la iglesia del pueblo, decenas de INDÍGENAs recordaron ayer a sus antepasados con una ceremonia de fuego y tambores. Al fondo, un montón de flores se apilaban bajo un altar en honor de Feliciano Ama. 
En una pared de la calle principal de Izalco una pintada en letras negras estaba fresca: "`Feliciano Ama vive!". 
En esa calle creció Ricardo Armando Rodríguez, de 64 años, quien aseguró que cuando tenía diez años, debido a una nueva construcción, cerca de la iglesia fueron encontradas muchas osamentas. 
Su vecino, Alejandro González, de 75 años, no recordó con exactitud cómo ocurrió la matanza, pero lamentó que ahora no le enseñen a los niños en la escuela lo que sucedió. 
A las autoridades "no les interesa". 

LA MASACRE INDÍGENA 

Con el auge del café, propagándose rápidamente, se fortalecía la clase social gobernante, aliada con los capitales extranjeros y condenaba a la explotación y a la miseria a los pueblos indígenas. La gran depresión mundial de 1929 devastó la economía salvadoreña, totalmente dependiente del café. Se produjo un colapso del mercado, afectando aún más la situación de las clases populares. El salario en el campo fue reducido. 

El descontento llegó a un punto crítico en la zona de Sonsonate, donde se asentaron las bases de una gran revuelta indígena. Los trabajadores se organizaban en un movimiento popular de gran empuje. La Federación Regional de Trabajadores de El Salvador, creada en 1924, llegó a contar 75,000 afiliados, con el objetivo de luchar por la tierra y el aumento de salarios. 

Se organizaron los movimientos indígenas, con el objeto de luchar contra el alto precio de los alquileres de la tierra y por una ley que librara de la expropiación por deudas, la violación a los derechos humanos, la injusticia e impunidad de la fuerza armada y de los funcionarios del gobierno, asimismo porque les devolvieran las tierras que les habían expropiado con el pretexto de impulsar el cultivo del café. La fuerza armada y la policía fueron reorganizados. Hubo despidos en masa. 

Durante el período del dictador Maximiliano Hernández Martínez, en enero de 1932 se produjo un levantamiento insurgente indígena. Los pueblos de Tacaba, Juayúa, Ataco, Sonsonate, Santa Ana, Ahuachapán, Izalco, Cuisnahuat, Santo Domingo de Guzmán, Nahuizalco, y otras, fueron los campos de batalla entre los indígenas y los efectivos de la fuerza armada. El movimiento duró más de 72 horas, fue controlado por la fuerza armada con la colaboración de los terratenientes que también participaron en las masacres de los indígenas en diferentes lugares del occidente del país. Este comenzó capturando a las personas involucradas en la insurrección indígena y terminó persiguiendo, torturando y matando a toda aquella persona que vistiera, tuviera rasgos físicos y hablara nuestro idioma indígena. 

Se estima que el número de muertos durante este levantamiento fue de 30,000 personas, en donde murieron ladinos, indígenas obreros y soldados del ejército del gobierno. El movimiento insurreccional indígena contó con la presencia de los pueblos indígenas, se destacó como líder nato en la lucha por la justicia y la paz, el cacique de Izalco, José Feliciano Ama. 

El paternalismo predominaba en Izalco y después de las autoridades locales, el cacique era el personaje más respetado de toda la comarca. Ama fue apresado cuando los efectivos de la fuerza armada y los terratenientes reconquistaron la ciudad de Izalco. Linchado por un grupo xenofóbico de terratenientes, efectivos de la fuerza armada y miembros de la dictadura de Martínez, que pedía venganza y golpeado hasta matarlo. Luego colgaron su cadáver. 

JOSÉ FELICIANO AMA: EL LÍDER DE LA INSURRECCIÓN INDÍGENA 

El héroe nacional José Feliciano Ama, nació en Izalco, Depto. de Sonsonate, en 1881, y murió linchado por una turba enardecida y xenofóbica de ladinos, pro-dictadura y terratenientes, luego fue colgado de un árbol con un lazo, para dar la impresión que había muerto ahorcado el 28 de enero de 1932. 

Usaba cabello corto, bigote y barba bien recortada, vestía camisa y pantalón de manta, caites de cuero y sombrero de palma, fue un hombre humilde, respetuoso, de voz apacible, firme y convincente, no hablaba mucho castellano sino en su lengua natal —el náhuat—, trabajó de jornalero, gustaba sembrar maíz negro, era devotamente cristiano, querido y apreciado por los demás indígenas. Casado con Josefa, hija de Patricio Shupan, quien era mayordomo principal de la cofradía del Corpus Christi y a la vez cacique de Izalco. Feliciano Ama recibió de su suegro respaldo y apoyo, él lo ayudaba a recibir a los mandaderos de la cofradía, recolectar las ofrendas y lo acompañaba a las reuniones importantes. Patricio Shupan murió a causa de un sorpresivo fortísimo dolor de estómago en 1917, luego de asistir a un almuerzo en la residencia presidencial con uno de los presidentes de la dinastía Meléndez-Quiñónez, Carlos Meléndez. 

Para esos años Patricio Shupan ya reclamaba la expropiación de las tierras comunales que el gobierno le había arrebatado a los indígenas, la expropiación de éstas por parte del gobierno, el maltrato inhumano y la extrema explotación de que eran víctima los indígenas fue la semilla de la discordia que desembocó en la insurrección indígena y en donde la fuerza armada cometió el peor etnocidio del siglo XX. Fueron masacrados más de 30 mil indígenas; este hecho histórico es conocido y denominado por los historiadores gobiernistas como los “sucesos de 1932”. Al fallecer Shupan, en 1917, Ama se convirtió en el cacique de los indígenas de Izalco y dirigente de la cofradía, constituida en su totalidad por indígenas. Continuó él la demanda por la devolución de las tierras comunales, la denuncia y la condena por la violación de los derechos humanos cometida contra su pueblo. 

EL PCS INTENTA APROVECHAR LA SITUACIÓN 

Mario Zapata y Alfonso Luna, jóvenes universitarios, al enterarse de los preparativos de la insurrección indígena liderada por el cacique Feliciano, llegaron a Izalco como dirigentes del Partido Comunista de El Salvador(PC), con el interés de aprovechar políticamente la situación con el propósito de que el PCS tomara la dirección. Pero era ya demasiado tarde, Feliciano y los otros dirigentes indígenas tenían previsto el levantamiento y al PCS no le quedó otra opción que adherirse a la revuelta indígena. En la noche del 22 de enero de 1932, Feliciano Ama ingresó a Sonsonate con centenares de indígenas, pero en la madrugada llegó gente extraña al movimiento, proveniente de Juayúa y ésta hizo destrozos, mataron al alcalde, cometieron acciones vandálicas y toda la responsabilidad se la atribuyeron injustamente al líder indígena Feliciano Ama, quien luego se replegó a unos huatales en las afueras de Izalco. 

Los ladinos comenzaron a pedir su cabeza y desarrollaron un racismo paranoico. La misión de atrapar a José Feliciano Ama fue encomendado a Cabrera, comandante de la guarnición de Izalco y reconocido como un matón que odiaba a los indígenas. Él salió con varios perros hacia los alrededores de Izalco, iba con varias decenas de soldados armados “hasta los dientes” vestidos de “paisano” y cuando llegaron al lugar donde se encontraba el líder indígena, lo emboscaron, lo capturaron y amarrado se lo llevaron. a la alcaldía. Ama gritaba: ¡Vivan los indígenas!, ¡las tierras son nuestras¡ Con su asesinato quisieron de esta forma apagar su voz por la justicia. Feliciano quedó suspendido de una ceiba frente a la Iglesia de la Asunción, como ejemplo de lo que le podía suceder a todo aquel que reclamara lo que le habían robado los terratenientes y los altos funcionarios
de la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez y de otros gobernantes anteriores.  

AGUSTIN FARABUNDO MARTI, UN REVOLUCIONARIO DE LA PATRIA GRANDE.

 



La distribución balsamera de El Salvador comprende una faja de terreno llamada “Cordillera del Bálsamo”, que se extiende entre los puertos de Acajutla y La Libertad en la llamada Cadena Costera, internándose hacia la cuidad de Apaneca, aproximadamente unos 20 kilómetros de la costa principalmente en el departamentos de La Libertad y Sonsonate. Los municipios conocidos como principales productores de bálsamo de primera clase son San Julián, Santa Isabel Ishuatán, Cuisnahuat, Izalco, Chiltiupán y Teotepeque. Precisamente en Teotepeque, La Libertad, nació, el 5 de mayo de 1893 Agustín Farabundo Martí. 

Hijo de Pedro Marti y Socorro Rodríguez. Sexto hijo de un total de 14, Agustín creció en medio de las faenas agrícolas. Se recibe de bachiller en 1913, a los 20 años de edad de un colegio salesiano e ingresa a la Universidad Nacional en la carrera de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. 

Sus primeras acciones políticas lo ubican trabajando contra el régimen oligárquico de las familias Meléndez-Quiñónez, dinastía que gobernará El Salvador por cruentos 14 años. Por organizar un acto en apoyo a la Asociación de Estudiantes Unionistas, grupo guatemalteco que exigía el fin de la dictadura de Estrada Cabrera en ese país, es encarcelado en Zacatecoluca. En 1920 es depor-tado a Guatemala y allí continua sus estudios en la Universidad de San Carlos. 

En Guatemala estudia y trabaja. Como simple obrero, jornalero o peón, aprende a compartir el sufrimiento de los explotados. En un país, donde la mayoría de la población es indígena, Martí se compromete con sus luchas e incorpora conocimientos de la lengua quiche. Siendo perseguido por los dueños de las plantaciones de café, Farabundo debe partir temporariamente a México, donde se relaciona con el movimiento obrero y estudia la revolución agrarista de 1910. 

En 1925, se funda en Guatemala el Partido Comunista Centroamericano. El surgimiento del partido tuvo su origen en el interés de intelectuales y obreros guatemaltecos en dar continuidad al primer movimiento político de izquierda que se inició en la década de 1920, el cual fue vital para la caída del dictador Manuel Estrada Cabrera. El gobierno dictatorial de Jorge Ubico se encargó de aplastar la organización; no obstante, se puede considerar la primera manifestación de la clase obrera por lograr su organización política. Martí ocupó allí el cargo de secretario del exterior del Partido Comunista Centroamericano..

Es deportado a El Salvador, y de El Salvador a Nicaragua por ordenes del presidente Alfonso Quiñónez. A los pocos días regresa clandestinamente a El Salvador a seguir organizando a los trabajadores. Desde 1925 hasta 1928 Martí trabaja junto a la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador. 

En 1928 Marti viaja a New York, donde toma contacto con la dirección central de la Liga Antiimpe-rialista de las Américas, que le encargará viajar a Nicaragua como su representante ante Augusto César Sandino. De los Estados Unidos partirá hacia Las Segovias a luchar junto al “General de Hombres Libres”, con él, alcanza el grado de coronel del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Farabundo Martí mostró en los hechos su arrojo antiimperialista, tanto con el fusil como con la pluma. Fue miembro del Estado Mayor Internacional de Sandino, y Secretario Privado del héroe nicaragüense. En ocasión que los invasores yanquis bombardeaban persistentemente las posicio-nes sandinistas, Martí, en actitud de coraje y decisión, dejó la máquina de escribir para empuñar el fusil, diciendo indignado: "cuando la historia no se puede escribir con la pluma, se escribe con el rifle". Acto seguido se parapetó en la enramada de un árbol de la selva para abrir fuego contra los aviones yanquis. 


Tiempo más tarde, ya en México, Martí pasa a ser líder latinoamericano del Socorro Rojo Internacional. Esta organización había nacido en los años veinte por impulso de la III Internacional para enfrentar al fascismo entonces incipiente. Entre sus dirigentes formaron parte mujeres antifascistas tan conocidas como la alemana Clara Zetkin, la italiana Tina Modotti y la rusa Elena Stasova. El Socorro Rojo Internacional entronca, entonces, directamente con la historia del movimiento comu-nista y antifascista internacional, alcanzando pronto un gran desarrollo en todo el mundo, en el apoyo político, jurídico y económico a todos los presos políticos y perseguidos, sin diferencias ideo-lógicas o partidistas. 

En 1930 Martí regresa a El Salvador y funda junto a otros compañeros el Partido Comunista Sal-vadoreño, partido que rápidamente se pone a la cabeza de los trabajadores y campesinos, descontentos con los regímenes oligárquicos de entonces. Sufriendo deportaciones y persecuciones Farabundo liderizará la insurrección popular de 1932. 

Aquel año, El Salvador presenta una administración corrupta, una sociedad en crisis, un pueblo descontento y una economía casi en quiebra, derivada de los bajos precios internacionales del café y de los efectos de la Gran Depresión estadounidense de 1929. El 2 de diciembre de 1931, el corrupto e incapaz régimen del Partido Laborista, encabezado por el ingeniero Araujo, fue derrocado para asumir la presidencia el dictador Maximiliano Hernández Martínez, quien lo detentará por espacio de trece años, hasta mayo de 1944. 

Los comicios fraudulentos de enero del ’32 fueron el factor detonante del estallido social. Varios sitios de votación fueron suspendidos en poblaciones en las que el Partido Comunista tenía fuerte presencia. La insurrección comenzaba. 

Los días 18 y 19 se produjeron frustrados asaltos al Cuartel de Caballería por las fuerzas insurrectas. El gobierno decreta el Estado de Sitio y la ley marcial. Se implanta la censura estricta en la prensa. 

Los siguientes días los alzamientos y combates se suceden en todo El Salvador. Miles de campesinos, obreros y trabajadores, portando machetes y algunos pocos fusiles “Mauser” asaltan cuarteles, guarniciones policiales, oficinas municipales, telégrafos, almacenes y fincas de terratenientes. 

Las “tartamudas” del Ejército y la Guardia Nacional no se hacen esperar. Entre los días 24 y 25, las fuerzas militares gubernamentales entran en Nahuizalco, Juayúa, Ahuachapán y Tacuba. Mientras tanto, los norteamericanos e ingleses movilizaban buques de guerra para prestar apoyo al general Hernández Martínez; proponiéndole un desembarco de tropas en La Libertad para ayudar en la represión. Con toda la soberbia del dictador sanguinario, Hernández Martínez, una vez que se cerciora del éxito de las “Operaciones de Pacificación”, envia a los almirantes yanquis e ingleses un telegrama que con el siguiente texto: 
“En saludo a honorables comandantes declaramos situación absolutamente dominada fuerzas gobierno El Salvador. Garantizadas vidas propiedades ciudadanos extranjeros acogidos y respetuosos leyes de la República. La paz está establecida en El Salvador. Ofensiva comunista deshechada sus formidables núcleos dispersos. Hasta hoy cuarto día de operaciones están liquidados cuatro mil ochocientos comunistas”. 

La insurrección había sido barrida a sangre y fuego. El 31 de enero, un consejo de guerra presidido por el general Manuel Antonio Castañeda juzgó y condenó a Agustín Farabundo Martí y a los líderes estudiantiles Alfonso Luna Calderón y Mario Zapata a morir fusilados en el Cementerio General de San Salvador, previo traslado desde sus celdas en la Penitenciaría Central. Allí cayeron, bajo las balas asesinas del pelotón de fusilamiento, con la dignidad de los héroes revolucionarios, Farabundo Martí y sus compañeros. 

Según distintos historiadores el saldo de la rebelión de 1932 fue de entre 5000 a 30.000 muertos. El viernes, 5 de febrero, en “El Diario de El Salvador” aparece el siguiente titular en primera plana: "Los Cadáveres Sepultados a Escasa Profundidad son un Peligro para la Salud. Los cuervos, cerdos y gallinas los desentierran para luego devorarlos". Y sigue la macabra crónica: “Actualmente en el departamento de Sonsonate y en muchos lugares de Ahuachapán y algunos de Santa Ana la carne de cerdo ha llegado a desmerecerse de tal manera, que casi no tiene valor. Por el mismo camino va la de res y las aves de corral. Todo se debe a que los cerdos comen en grandes cantidades la carne de los cadáveres que en los montes han quedado. La gente, por intimación, se está negando también a comer la carne de res y aves de corral. Desde luego, ellos tienen razón; pero en cambio, esta industria está sufriendo fuertes golpes”. A la oligarquía salvadoreña sólo le pre-ocupaba los “fuertes golpes que estaban sufriendo los empresarios”. 

Sheila Candelario, en su obra “Patología de una insurrección; la Prensa y la matanza de 1932”, cita el siguiente comentario: "El alzamiento del 32 dejó profundas huellas en la conciencia de todos los salvadoreños. La población india prácticamente dejó de ser la misma como resultado de la matanza, sobre todo porque de ahí en adelante existió el temor de mostrarse como 'indio'. El idioma, la vestimenta y las costumbres de los indios pasaron a ser formas peligrosas de identificarse y fueron reemplazadas por otras menos evidentes...". 

Farabundo Martí vive hoy en la lucha del pueblo salvadoreño. Revolucionario cabal, patriota de la Patria Grande, salvadoreño, centroamericano y latinoamericano caribeño, Farabundo es un ejemplo de constancia, sacrificio y solidaridad. Allí está él, junto a Sandino, Bolívar, San Martín, Morazán, Artigas y tantos otros. Es seguro que, en el próximo triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, se lo verá a él, confundido y alegre con el pueblo salvadoreño, festejando, sonriendo y también dispuesto a comenzar nuevos combates. Porque como bien dijo el poeta cu-bano: “Y colosal se eleva y borda con mil estrellas Farabundo”. 


La distribución balsamera de El Salvador comprende una faja de terreno llamada “Cordillera del Bálsamo”, que se extiende entre los puertos de Acajutla y La Libertad en la llamada Cadena Costera, internándose hacia la cuidad de Apaneca, aproximadamente unos 20 kilómetros de la costa principalmente en el departamentos de La Libertad y Sonsonate. Los municipios conocidos como principales productores de bálsamo de primera clase son San Julián, Santa Isabel Ishuatán, Cuisnahuat, Izalco, Chiltiupán y Teotepeque. Precisamente en Teotepeque, La Libertad, nació, el 5 de mayo de 1893 Agustín Farabundo Martí. 

Hijo de Pedro Marti y Socorro Rodríguez. Sexto hijo de un total de 14, Agustín creció en medio de las faenas agrícolas. Se recibe de bachiller en 1913, a los 20 años de edad de un colegio salesiano e ingresa a la Universidad Nacional en la carrera de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. 

Sus primeras acciones políticas lo ubican trabajando contra el régimen oligárquico de las familias Meléndez-Quiñónez, dinastía que gobernará El Salvador por cruentos 14 años. Por organizar un acto en apoyo a la Asociación de Estudiantes Unionistas, grupo guatemalteco que exigía el fin de la dictadura de Estrada Cabrera en ese país, es encarcelado en Zacatecoluca. En 1920 es depor-tado a Guatemala y allí continua sus estudios en la Universidad de San Carlos. 

En Guatemala estudia y trabaja. Como simple obrero, jornalero o peón, aprende a compartir el sufrimiento de los explotados. En un país, donde la mayoría de la población es indígena, Martí se compromete con sus luchas e incorpora conocimientos de la lengua quiche. Siendo perseguido por los dueños de las plantaciones de café, Farabundo debe partir temporariamente a México, donde se relaciona con el movimiento obrero y estudia la revolución agrarista de 1910. 

En 1925, se funda en Guatemala el Partido Comunista Centroamericano. El surgimiento del partido tuvo su origen en el interés de intelectuales y obreros guatemaltecos en dar continuidad al primer movimiento político de izquierda que se inició en la década de 1920, el cual fue vital para la caída del dictador Manuel Estrada Cabrera. El gobierno dictatorial de Jorge Ubico se encargó de aplastar la organización; no obstante, se puede considerar la primera manifestación de la clase obrera por lograr su organización política. Martí ocupó allí el cargo de secretario del exterior del Partido Comunista Centroamericano..

Es deportado a El Salvador, y de El Salvador a Nicaragua por ordenes del presidente Alfonso Quiñónez. A los pocos días regresa clandestinamente a El Salvador a seguir organizando a los trabajadores. Desde 1925 hasta 1928 Martí trabaja junto a la Federación Regional de Trabajadores de El Salvador. 

En 1928 Marti viaja a New York, donde toma contacto con la dirección central de la Liga Antiimpe-rialista de las Américas, que le encargará viajar a Nicaragua como su representante ante Augusto César Sandino. De los Estados Unidos partirá hacia Las Segovias a luchar junto al “General de Hombres Libres”, con él, alcanza el grado de coronel del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional. Farabundo Martí mostró en los hechos su arrojo antiimperialista, tanto con el fusil como con la pluma. Fue miembro del Estado Mayor Internacional de Sandino, y Secretario Privado del héroe nicaragüense. En ocasión que los invasores yanquis bombardeaban persistentemente las posicio-nes sandinistas, Martí, en actitud de coraje y decisión, dejó la máquina de escribir para empuñar el fusil, diciendo indignado: "cuando la historia no se puede escribir con la pluma, se escribe con el rifle". Acto seguido se parapetó en la enramada de un árbol de la selva para abrir fuego contra los aviones yanquis. 

Tiempo más tarde, ya en México, Martí pasa a ser líder latinoamericano del Socorro Rojo Internacional. Esta organización había nacido en los años veinte por impulso de la III Internacional para enfrentar al fascismo entonces incipiente. Entre sus dirigentes formaron parte mujeres antifascistas tan conocidas como la alemana Clara Zetkin, la italiana Tina Modotti y la rusa Elena Stasova. El Socorro Rojo Internacional entronca, entonces, directamente con la historia del movimiento comu-nista y antifascista internacional, alcanzando pronto un gran desarrollo en todo el mundo, en el apoyo político, jurídico y económico a todos los presos políticos y perseguidos, sin diferencias ideo-lógicas o partidistas. 

En 1930 Martí regresa a El Salvador y funda junto a otros compañeros el Partido Comunista Sal-vadoreño, partido que rápidamente se pone a la cabeza de los trabajadores y campesinos, descontentos con los regímenes oligárquicos de entonces. Sufriendo deportaciones y persecuciones Farabundo liderizará la insurrección popular de 1932. 

Aquel año, El Salvador presenta una administración corrupta, una sociedad en crisis, un pueblo descontento y una economía casi en quiebra, derivada de los bajos precios internacionales del café y de los efectos de la Gran Depresión estadounidense de 1929. El 2 de diciembre de 1931, el corrupto e incapaz régimen del Partido Laborista, encabezado por el ingeniero Araujo, fue derrocado para asumir la presidencia el dictador Maximiliano Hernández Martínez, quien lo detentará por espacio de trece años, hasta mayo de 1944. 

Los comicios fraudulentos de enero del ’32 fueron el factor detonante del estallido social. Varios sitios de votación fueron suspendidos en poblaciones en las que el Partido Comunista tenía fuerte presencia. La insurrección comenzaba. 

Los días 18 y 19 se produjeron frustrados asaltos al Cuartel de Caballería por las fuerzas insurrectas. El gobierno decreta el Estado de Sitio y la ley marcial. Se implanta la censura estricta en la prensa. 

Los siguientes días los alzamientos y combates se suceden en todo El Salvador. Miles de campesinos, obreros y trabajadores, portando machetes y algunos pocos fusiles “Mauser” asaltan cuarteles, guarniciones policiales, oficinas municipales, telégrafos, almacenes y fincas de terratenientes. 

Las “tartamudas” del Ejército y la Guardia Nacional no se hacen esperar. Entre los días 24 y 25, las fuerzas militares gubernamentales entran en Nahuizalco, Juayúa, Ahuachapán y Tacuba. Mientras tanto, los norteamericanos e ingleses movilizaban buques de guerra para prestar apoyo al general Hernández Martínez; proponiéndole un desembarco de tropas en La Libertad para ayudar en la represión. Con toda la soberbia del dictador sanguinario, Hernández Martínez, una vez que se cerciora del éxito de las “Operaciones de Pacificación”, envia a los almirantes yanquis e ingleses un telegrama que con el siguiente texto: 
“En saludo a honorables comandantes declaramos situación absolutamente dominada fuerzas gobierno El Salvador. Garantizadas vidas propiedades ciudadanos extranjeros acogidos y respetuosos leyes de la República. La paz está establecida en El Salvador. Ofensiva comunista deshechada sus formidables núcleos dispersos. Hasta hoy cuarto día de operaciones están liquidados cuatro mil ochocientos comunistas”. 

La insurrección había sido barrida a sangre y fuego. El 31 de enero, un consejo de guerra presidido por el general Manuel Antonio Castañeda juzgó y condenó a Agustín Farabundo Martí y a los líderes estudiantiles Alfonso Luna Calderón y Mario Zapata a morir fusilados en el Cementerio General de San Salvador, previo traslado desde sus celdas en la Penitenciaría Central. Allí cayeron, bajo las balas asesinas del pelotón de fusilamiento, con la dignidad de los héroes revolucionarios, Farabundo Martí y sus compañeros. 


Según distintos historiadores el saldo de la rebelión de 1932 fue de entre 5000 a 30.000 muertos. El viernes, 5 de febrero, en “El Diario de El Salvador” aparece el siguiente titular en primera plana: "Los Cadáveres Sepultados a Escasa Profundidad son un Peligro para la Salud. Los cuervos, cerdos y gallinas los desentierran para luego devorarlos". Y sigue la macabra crónica: “Actualmente en el departamento de Sonsonate y en muchos lugares de Ahuachapán y algunos de Santa Ana la carne de cerdo ha llegado a desmerecerse de tal manera, que casi no tiene valor. Por el mismo camino va la de res y las aves de corral. Todo se debe a que los cerdos comen en grandes cantidades la carne de los cadáveres que en los montes han quedado. La gente, por intimación, se está negando también a comer la carne de res y aves de corral. Desde luego, ellos tienen razón; pero en cambio, esta industria está sufriendo fuertes golpes”. A la oligarquía salvadoreña sólo le pre-ocupaba los “fuertes golpes que estaban sufriendo los empresarios”. 

Sheila Candelario, en su obra “Patología de una insurrección; la Prensa y la matanza de 1932”, cita el siguiente comentario: "El alzamiento del 32 dejó profundas huellas en la conciencia de todos los salvadoreños. La población india prácticamente dejó de ser la misma como resultado de la matanza, sobre todo porque de ahí en adelante existió el temor de mostrarse como 'indio'. El idioma, la vestimenta y las costumbres de los indios pasaron a ser formas peligrosas de identificarse y fueron reemplazadas por otras menos evidentes...". 

Farabundo Martí vive hoy en la lucha del pueblo salvadoreño. Revolucionario cabal, patriota de la Patria Grande, salvadoreño, centroamericano y latinoamericano caribeño, Farabundo es un ejemplo de constancia, sacrificio y solidaridad. Allí está él, junto a Sandino, Bolívar, San Martín, Morazán, Artigas y tantos otros. Es seguro que, en el próximo triunfo del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, se lo verá a él, confundido y alegre con el pueblo salvadoreño, festejando, sonriendo y también dispuesto a comenzar nuevos combates. Porque como bien dijo el poeta cu-bano: “Y colosal se eleva y borda con mil estrellas Farabundo”. 

Amas antes de ser ah...

 

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